Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1604
Legislatura: 1894-1895 (Cortes de 1893 a 1895)
Sesión: 4 de marzo de 1895
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 75, 2044-2045
Tema: Discusión sobre el acta del Vendrell

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Declaro que hay pocas cosas que me hayan extrañado tanto como la manifestación que acaba de hacer el Sr. Romero Robledo y la pregunta que ha tenido a bien dirigirme, obligándome a entrar, a mi pesar, en este debate.

Yo he asistido hoy con puntualidad a la sesión del Congreso, porque la mayor parte de mis compañeros estaban llamados a la otra Cámara, y porque, siempre que mis ocupaciones me lo permiten, o estoy aquí o estoy en el Senado.

Por lo demás, empiezo por declarar que el Gobierno deja libre esta cuestión de actas como ha hecho siempre en iguales circunstancias, y que yo aquí no he tenido en ella intervención ninguna, ni en las Secciones, ni en las Comisiones, ni en ninguna parte he hablado en favor ni en contra de ninguno de los dos candidatos.

Pero, que la cuestión es difícil, ¿puede dudarlo el Sr. Romero Robledo? No hay más que ver las vacilaciones que ha tenido la Comisión en este dictamen; no hay más que recordar las palabras que ha pronunciado aquí el Sr. Azcárate, que ha empezado por decir que es el acta que ha encontrado más difícil de cuantas ha examinado la Comisión, y que el Congreso tenía que decidirse entre un certificado del escrutinio o un acta, que se duda que sea verídica. En esta dificultad, yo declaro que ha habido algunos amigos que me han consultado, y yo he tenido la prudencia de callarme mi opinión sobre la elección de Vendrell; a nadie le he dicho cuál es mi opinión para no influir en la suya.

Pero al manifestarme algún amigo que por las mismas palabras que había pronunciado el Sr. Azcárate tenía duda sobre lo que debía hacer y sobre lo que debía votar, yo le he dicho francamente: pues, amigo mío, en caso de duda, los liberales deben estar al lado del liberal, como los conservadores estarán sin duda al lado del conservador. (Muy bien, muy bien, en la mayoría.- El Sr. Salmerón: Es cuestión de electores, no es cuestión de partido.) No será cuestión de partido; pero verá el Sr. Salmerón cómo en caso de duda no hay ningún conservador que vote en favor del candidato liberal. (El Sr. Salmerón: Pues harán tan mal como los liberales votando al que no haya sido elegido.- El Sr. Aguilera: Su señoría siempre ha votado en favor de los republicanos.- El señor Canellas: Jamás ha sido liberal el Sr. Fontana.- El Sr. Fontana: Lo he sido siempre y lo soy.- El Sr. Canellas: En mi provincia nadie le ha conocido a S. S. por liberal.) Esto es, ni más ni menos, lo que he dicho yo a los que me han preguntado manifestándome dudas; he dicho: con la justicia, el que vea claro en cuál de los dos lados está la justicia ; y en caso de duda, claro está, en caso de duda, por el amigo, no por el adversario. (El Sr. Canellas: En caso de duda, con la Comisión.- Grandes rumores.- El Sr. Salmerón: En caso de duda, que decida el cuerpo electoral, que es el que tiene la potestad.- El Sr. Montilla, D. Jerónimo: La potestad está en las Cortes para aprobar o rechazar.- El Sr. Canellas: ¡Bonito papel el de la Comisión!) Esa era mi opinión, Sr. Salmerón; que decidiese el cuerpo electoral. Pero el Sr. Azcárate ha dicho que no; que no podía ni debía anularse esta acta; que era difícil; que él seguía en ella la misma doctrina que había establecido y había defendido en el acta de Bilbao, y que por haber seguido esta doctrina en el acta de Bilbao, la sostenía ahora también en el acta de Vendrell, a pesar de que entonces votó en contra de aquella doctrina la mayoría del Congreso. (El Sr. Salmerón: Pues si invoca S. S. la autoridad de la opinión del Sr. Azcárate, siga S. S. esa autoridad.- El Sr. Montilla, D. Jerónimo: ¡Qué buenos éramos cuando votábamos el voto particular en el acta de Bilbao! - El Sr. Laa: Porque era en favor de un republicano.- El Sr. Montilla, D. Jerónimo: Eso es.) De manera que en esta cuestión, ¿qué quería el señor Salmerón que yo hiciera? Su compañero el señor Azcárate cree que no puede anularse el acta, cree que es difícil la resolución, y propone una: la que propuso respecto del acta de Bilbao. Queda la otra, que es la que la mayoría del Congreso acordó respecto de aquella acta. Entre las dos hay que optar. Yo, sin embargo, no he dicho que opten por ninguna de ellas a los amigos que me han consultado, sino que les he dicho: voten ustedes por la justicia, si ven ustedes clara la justicia, en uno o en otro lado; y en caso de duda, por el amigo: los liberales con el liberal, como los conservadores votarán con el conservador.

¿Se hace otra cosa en estas cuestiones? ¿Se puede aconsejar otra cosa? ¿O es que SS. SS. pueden acon-[2044] sejar a sus amigos, y yo no porque soy Presidente del Consejo, siquiera lo haga como jefe de partido? ¿No puedo yo decir a mis amigos lo que crea conveniente y justo? ¿Es que la autoridad que tiene, y que yo no le discuto, el Sr. Cánovas del Castillo para aconsejar a sus correligionarios lo que estime justo, la he perdido yo porque sea Presidente del Consejo de Ministros? (El Sr. Cánovas del Castillo: Jamás la he usado yo desde ese banco para hacer votar actas.) ¿Su señoría jamás ha hecho eso? ¿Su señoría en caso de duda ha aconsejado a sus amigos que se vayan con los adversarios? (El Sr. Romero Robledo: Ha hecho más que eso, y yo lo demostraré a S. S.) Pues si ha hecho más que eso, ha hecho mal. (Bien, bien.- El Sr. Isasa pide la palabra .)



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